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sábado, 30 de abril de 2011

La fête des méres





No tenía el padre más motivos para enfadarse con la hija, que la hija con el padre. Una vez crecida ella se miraban con ojos de hombre y mujer; había crítica en la mirada. No le gustaba a ella que no hubiese dejado de ser niño, que se permitiera y se le hubiera permitido no crecer. No le gustaba a él que ella pensara en todas las mujeres y sintiera sus agravios. No le gustaba a él que no le gustasen los hombres, porque tampoco le gustaría él.




Disgusto tras disgusto se soportaban padre e hija, mucho más iguales de lo que ninguno de los dos desearía.




Y es que todo se hereda menos la hermosura, le decía la madre bella, y tú eres igual que tu padre...





Ya.

















jueves, 28 de abril de 2011

Tie-break










Estaba condenada a muerte y ni siquiera le concedió un vis a vis. Sólo lo iba a utilizar para hablar: y podía jurarlo. Hablar quizás gritando, quizás llorando, escupiendo, pataleando, mordiendo o arañando; pero hablar. Era una condenada sin piedad; ni cristiana, ni musulmana ni catalana. Y entonces decidió morir sin honra, sin orgullo. Las paredes de su prisión aguantaron los golpes de su cabeza y las embestidas de su cuerpo. En ellas volcó su vómito, clavó sus uñas. A ellas miró sin ver, presa de rabia.





Comprendió con el paso de los días y de los años que su condena a muerte consistía en la privación de decirle lo que sentía. Podría seguir increpando a aquellos muros, pero a nunca a más a él, que se había encargado de levantarlos para ella.





Sabía de gobernadores que intercederían, de asociaciones que la sindicarían y de presos que como ella, estarían dispuestos a tirar los muros; pero había aceptado morir sin honra, porque muriendo ella, lo mataba a él.

martes, 26 de abril de 2011

Désir






Y sabes lo que le faltó siempre: deseo.



Y entendió que no se trata de amor. Solía pensar, la pequeña Carmencita Palermo, que el primer hombre que la hiciera sentir un orgasmo como los que ella se procuraba, sería el amor de su vida. Casi acierta, porque todavía recuerda su primer orgasmo junto a alguien. Sólo lograba decir: Ahí, ahí, ahí. Por fin alguien parecía haberlo encontrado...y creyó enamorarse. Las noches empezaron a repetirse y los insomnes sabrán de la dura repetición de las noches. Los orgasmos se volvieron noche. Rutina carente de deseo.


Carmen ya Palermo se enfrió tanto que arrastraba un enorme pañuelo crónico para sonar sus mocos helados. No bromeaba al pensar en su media frigidez. Se regalaba por si alguien llegara a sorprenderla. Reflexionando sobre su poca dedicación al coito, apareció la palabra 'deseo'. Y no pudo evitar evocar a Cernuda. Quizás fuese demasiado intelectual para el sexo. Realmente Carmencita Palermo despreciaba a las personas que se dedicaban con avidez a ello, pero no a las promiscuas, sino a las fieles. Una vez más no pudo evitar pensar en su simpleza.



Y ahora lo reducía todo al deseo. Porque estaba ardiendo y porque al arder le llegaba el orgasmo solo. Porque Carmen Palermo se sorprendió recordando el olor a polla, se estremeció al sentirla en su boca, al pensarla llenando su vacío.



Se sentía una italiana de pecho desbordado; desbordado de deseo.






lunes, 25 de abril de 2011

Elle ne se regrette pas?






Ada Cuerpo se calza sus botas; están sucias. Sabe que ha vuelto a equivocarse e intenta solucionarlo con una mueca de sonrisa. El día va a ser muy largo para Ada Cuerpo, lleno de remordimientos en sus minutos. Quiere que pasen las horas y ni siquiera desayuna en un intento de hacerlas correr. La cama apenas hecha. Evita mirarla, olerla. Una nausea súbita la hace correr al baño: es bilis. Recordaba la conversación de unos chicos que al estrenar casa se preguntaban unos a otros si ya la "habían estrenado" en su clara connotación sexual. Le provocó risa su simpleza, pero al verse vomitando, temblando con la cabeza entre sus manos, se dijo a sí misma que ella sí que ya había estrenado su nueva casa. Casa vomitada, casa estrenada.



Ada Cuerpo arrastraba fama de bulímica.



Sus nervios se instalan en la barriga y desde allí la dominan. No le será fácil disimular hoy. Busca el tabaco y las llaves y sale rápida cerrando la puerta tras de sí.



Baja por las escaleras con el miedo de cruzarse con alguien. Sus botas siguen estando sucias. En la calle busca su coche, pero no lo encuentra. Echa a andar, cruza los prados, sube el puente, se adentra en una autovía. Los coches pitan, algunos la insultan. Trepa por una valla y se adentra en una huerta. Pisa tomates, se hunde en la tierra. Continúa y coge una manzana de un árbol. Un perro la persigue ladrando. Sale de la finca y para un autobús. Se sube y no se sienta, se baja en la siguiente parada. Camina por un parque esquivando niños, llega a la plaza de toros. Se para.



Realmente no sabe cómo lidiar con lo que se le viene encima.



Ada Cuerpo, torera con botas sucias.

viernes, 22 de abril de 2011

Cocktail




Sinosuke es medio india medio japonesa. La piel de su rostro es india, la de su cuerpo, japonesa. Se mueve entre la blancura más absoluta y el dorado amarillento, lo que le confiere perpetuo aspecto enfermizo en la cara y lozanía inmaculada en el cuerpo. Sinosuke tiene pelo de india, ojos japoneses. El brillo de su mirada proviene de la mezcla; de la de razas y de la de alcohol. Sinosuke bebe para alegrarse, para estimularse, para evadirse, para llorar. Bebe para justificarse; para poder hacer lo que realmente desea y no se atrevería de otra forma. Sinosuke no sabe si quiere ser Sinosuke, no sabe ni siquiera si se conoce. Cuando bebe sale una parte de sí misma adorable y siempre reprobable. Su parte de india salvaje. Su génesis y origen. Subyace su barbarie bajo la dermis japonesa que siempre disimula. Sonríe sin perder el equilibrio. Ha cambiado la ceremonia del té por rituales etílicos que cumple con la rigurosidad aprendida. Sinosuke bebe rápido, es elegante al servir las copas, no le tiembla el pulso mientras. Al beber tiende a cerrar sus ojos japoneses, que rápidamente abre al paso del licor por la garganta. Sinosuke debe beber sola; hacerlo en compañía supone peligro: para ella y para ellos. El alcohol se convierte en el disfraz perfecto bajo el que esconderse para ser otra. Lo que no sabe es si como cuando nos disfrazamos lo que hacemos es elegir identidades soñadas. La bella Sinosuke lo es más cuando se embriaga: se llena de picardía, afila la mirada, sonríe y ríe, deviene la melancolía, humo de tristeza, lágrimas, soledad...
Sinosuke se perfila los ojos, bucea en el vestidor buscando la prenda que la haga brillar sentada en la barra del bar al que irá para beber sola y encontrar a alguien que brinde luego con ella en su casa. Aunque quiera ocultarlo bajo su disfraz Sinosuke sólo busca caricias que reconforten su soledad. Es una buena chica.


martes, 19 de abril de 2011

Hérédité






Las dos hermanas vuelven a encontrarse tras meses de desencuentro. La hermana mayor le ha tendido la mano; es su obligación, es la mayor-piensa. Lo ha hecho por responsabilidad y por conciencia. Ha renunciado a su orgullo, como siempre. La hermana pequeña mantiene el papel de hermana pequeña: caprichosa, consentida, tirana. La pequeña ha estudiado, es lista, independiente. La mayor los ha cuidado a todos, es abnegada, humilde, resignada.



Quedan para comer en territorio no neutral. La que invita elige campo. La mayor cocina sin ser navidad: entradas, pescado, carne...que todos puedan ser complacidos. La pequeña lleva ricos postres de rica pastelería. Comen, todos menos la mayor que sirve y apenas come. Hablan, banalidades siempre polemizables. No ríen, tensiones no resueltas. Sobremesa y se quedan solas. No hay momento para homenajes a los que ya no están. Hay que hablar de negocios. Porque la herencia es un negocio y la culpa no es del capitalismo. La culpa es del egoísmo. Piensan los padres en dejar como herencia la educación de sus hijos, los principios por los regirán su vida, los buenos sentimientos. Se preocupan y se ocupan para que sus hijos se desarrollen, se formen, encuentren algo sobre lo que poder sustentarse. Y llegan las hijas y parece que se aferran al recuerdo paterno en forma de billetes. Los principios se convierten en dinero. Y eso sí parece capitalismo. Son hijas de la postguerra, nietas de una guerra y no aceptan el armisticio. Vergüenza siente la mayor, sinvergüenza ha llamado a la pequeña.



Nunca creyeron que les pasaría a ellas, y seguro que hoy alguien se remueve en su tumba.



Dioses y héroes clásicos intervendrían en estos conflictos; pero no hay dios ni hay héroes. Hay villanos enfermos de dinero y de envidias.



Las dos hermanas se alejan tras el reencuentro. Llora la mayor de pena, de rabia la pequeña.



sábado, 16 de abril de 2011

Autobiographie



Cuando le mostré a mi madre mis textos recientes me dijo que sólo los disfrutarían las personas sensibles, porque los que no tuviesen sensibilidad no los entenderían. Me dio que pensar. Mi padre nunca me dijo una palabra de ellos...A lo sumo, cuando yo le preguntaba y no encontraba escapatoria posible, respondía reproduciendo parte de los textos a modo de interpretación y queriendo luego llevarlo todo a mis experiencias personales: "ahí quieres expresar tu independencia", "ahí describes la ansiedad"...Me enfadaba. No es autobiografía. Un día mi madre me dijo que todos los textos se parecían entre sí; le contesté airada que yo tenía mi estilo, pero que si ella quería escribiría uno sobre lo bello que es vivir. El problema, le dije, es que no creía que me saliera. A mi madre le gustan y a mi padre no. Supongo que eso resume perfectamente lo que soy yo y lo que somos todos; las dos mitades que tenemos pese a que no nos hayamos criado con ellos o que sólo hayamos vivido con uno o que sólo queramos parecernos a uno...Otro día, mi madre me dijo que no iba a estar siempre diciéndome que le encantaba lo que escribía, y yo le contesté, otra vez airada que por qué. Si he de privarme de alguna pasión que no sea de la de madre...Curiosas son las percepciones. Un amigo me preguntaba hace meses que por qué el 90% de lo que escribía versaba sobre sexo. Me quedé medio muerta, e intenté comenzar muchos escritos así: "el 90% es sexo"; los tiré todos. Mi estupor en ese momento vino porque yo pensaba que el 90% de lo que describía eran sentimientos. Y hablando de sexo:

"Ella se encongió, dobló sus rodillas, plegó las brazos y escondió su cara entre ellos. Tenía el vestido doblado en la cintura y la visión de su culo, sin bragas, en perfecto ángulo con su muslos, le transtornó. Quería cubrirla, tapar con su cuerpo el de ella, tendida en aquella cama. El vestido le había parecido precioso al verla, pero ahora que se posaba arrugado en su vientre, mostrando la mitad del pubis, sus caderas y nalgas; mostrando los muslos y aquellas piernas...ahora, ahora le parecía turbador. En ese momento deja de sentirla tierna, adorable, querible. En ese momento la descubre cruel, despiadada, fría. Entiende que ella está posando para él, que quiere volverle loco. Finge estar dormida, va girándose separando su piernas hasta abrirlas ante su cara. A él entonces le alcanza la muerte, o eso cree. No se va a dejar matar por muy bella que sea. Se abalanza sobre ella que abre rápidamente los ojos clavándoselos en el alma. Lo desarma; eyacula repentinamente. Avergonzado, se aleja de ella, mientras ve que vuelve a replegarse sobre sí misma."

martes, 12 de abril de 2011

Hard Rock



Quizás ya no necesite escribirle. Ya se lo ha dicho todo y también le ha dicho de todo intentando provocar una reacción que no llega. Sabe que él la ha leído, pero intuye que no lo ha interiorizado. Él hará suyo aquello de que la ficción supera la realidad.

El fracaso es incluso peor que el desamor. El desamor dignifica mientras que el fracaso es tan mundano y mediocre. Un fracaso es una experiencia deseable para todo mortal; es bueno sentirse perdedor alguna vez y ayuda a comprender el movimiento del mundo.

Pero acumular fracasos es para ella envejecer.

Y envejecer con toda su carga peyorativa.

Quizás ya no necesite escribirle, pero lo seguirá haciendo. Igual que le seguirá llamando cada vez que se emborrache e igual que tocará su cabeza pensando en cómo él la acariciaba. Quizás ya no necesita escribirle, pero lo seguirá haciendo porque no fue ella quien decidió sacarlo de su vida, así que no lo ha sacado. El camino es unidireccional y es mejor: no hay choques. Seguirá escribiéndole porque le da la gana, porque quedan cosas por decir, por gritar. Y nunca volverá a leer palabras de amor porque sigue doliendo el fracaso. Y espera volver a sentir amor cuando sele quite el miedo al fracaso. Y espera que sigan alegrándose algunos cuando vean nocturnas llamadas con brillo etílico...


Porque los viejos roqueros nunca mueren...aunque acumulen fracasos.




domingo, 10 de abril de 2011

Au revoir




Había una vez un hombre que le había servido de inspiración. Lejos de tocarse se comunicaban a través de los otros sentidos y muy especialmente estaban conectados por un terrible sentimiento de superioridad. Los dos se sentían elegidos, demasiado inteligentes y tocados de una sensibilidad y personalidad no apta para compartir convivencia con otro. Sentían una fuerte atracción mutua y una pulsión sexual difícil de contener. Jugaban a excitarse. Se escribían apasionados textos poblados de un léxico rico y llenos de referencias literarias. Los ensuciaban con palabras malsonantes cargadas de pasión que atravesaban sus entrañas como flechas. Utilizaban el arte como potente afodisiaco para sublimar sus emociones.

Se volvían locos comentando los detalles de una pintura, intercambiando versos, escuchando música mientras se imaginaban bailando, soñando leerse pasajes, tocarse, olerse, probarse...

Él le servía de inspiración porque la provocaba, y salía así lo mejor de ella misma. Pinchaba su modesto talento que se inflamaba pareciendo entonces mayor. Nunca quiso enamorarse de ella, pero no pudo evitarlo. Y al enamorarse, comenzó a despreciarla. Sólo él sabe porqué quiso apartarla de su lado. Comenzó su estrategia de manera despiadada: celos. Le hablaba de otras mujeres con tono admirativo. Antes, gozaban haciéndolo. Él las ponderaba pero siempre les encontraba algún defecto al compararlas con ella; nuncan era tan mujeres. Observó cómo los celos lejos de alejarla, la habían atraído más hacia él; se mostraba más entregada. Por un momento sintió que quizás fuese una mujer normal, un animalito más, pero recordó su naturaleza exaltada, nacida para la lucha. No podía evitar sentir aquella simpatía hacia ella. Decidió entonces olvidarla. Mostrar la más absoluta indiferencia, volver a sus rutinas antes practicadas, frecuentar a esas mujeres antes citadas. Pronto alguna le tendría suficientemente ocupado como para no sentirse tentado a buscarla; y no por ganas, sino por agotamiento.


Ella, por su parte, sólo lamentaba haber perdido la inspiración.

miércoles, 6 de abril de 2011

Poésie



Se le ocurren tantas metáforas mientras mira la taza llena de café...

Vive en la metáfora mientras sueña, piensa y actúa...

Cree en la metáfora como forma de relacionarse...

Y dice: "si la metáfora es un recurso, por qué no se usa más?

Quiere un mundo gobernado por la poesía, y si no gobernado que sea regido, que suena mejor.

Todas aquellas almas, cuerpos y voces poéticas deberían alzarse ante tamaño mundo prosaico.

La rebelión de la inteligencia, de la ocurrencia, de la creación. La vanguardia de la mente dormida.

Lo dice ella que es prosa y lija pero que siente con la métrica libre.

Lo ha dicho ella que vive en la sinestesia.


Música descubierta a través de José Luis Moreno Ruiz.

domingo, 3 de abril de 2011

Parfum



¿Conoces a alguien a quien le desagrade el olor de su madre?

Parece algo contranatural, tipo aberración. Si le damos la vuelta, sería tipo monstruoso: una madre a quien desagrade el olor de su criatura...

Cuando su novio le dijo que no le gustaba su perfume, sabía que la iba a dejar. Tardaría más o menos, pero llegaría ese momento.

Tenía experiencias previas, con otras personas, donde el principio odorífero marcaba el principio del final. Le pasó con unas compañeras de piso malavenidas: cuando empezaron a desagradarse por los olores (corporales, artificiales, gastronómicos o de ambiente) descubrieron lo deteriorado de la relación.

También le pasó en algún trabajo que al principio olía a gloria y en su final a mierda.

Ella misma se atufaba en algunos momentos.

Volviendo al olor materno, le gusta pensar que es una herencia matriarcal. Las abuelas lo atesoran durante toda una vida y cuando ésta termina se lo pasan a las madres, no sólo para que lo conserven y retengan, sino también para que lo amplíen y personalicen. Así se conforma una esencia que raro es a quien no enganche.

A veces el olor de la criatura recién nacida o en sus primeros años evoca al de la abuela en sus últimos. Teorías de los círculos que se van cerrando a la vez que se abren.

Quizás a las otras personas se las huela sólo por partes: genital a la pareja, posible o real; axilar al compañero, dérmico al otro sexo, doméstico a las familias...

A todos nos gusta oler bien y todos difrutamos oliendo. Cuando el gozo se torna tortura, salta la alarma fragante.

¿La hueles?