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jueves, 29 de diciembre de 2011

Los clavos de Cristo


Un año, no hace mucho, pidió a los Reyes Magos un clavo. La razón tenía que ver con el refranero popular, con uno que reza que "un clavo saca a otro clavo". Aquel año los Reyes hicieron caso omiso y creo que le dejaron un par de libros cuyo efecto se asemejó al de los clavos de cristo. Mucho lloró aquellas navidades; como casi todas.
 Qué tendrán estas fechas que son como una fase premenstrual o una crisis de los 40 o una depresión postparto...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Más difícil todavía


Más difícil todavía.
Ir al circo en navidad es una tradición. Pasen y vean:
La familia que cena silenciosa y más rápido que nunca un menú diferente al del resto del año, pero que cada veinticuatro o veinticinco sabe siempre igual.
La casa y la mesa en la que van faltando los pilares que la sustentaban y que daban sentido a ese festín gastronómico.
En otra casa, un viejo cena solo. No permite que un día así altere su rutina. Entiende que los jóvenes quieran ver su rutina alterada: distintos horarios, más comensales a la mesa, ropa de domingo, sonrisa impostada...Él no. Toma el postre viendo el telediario, asomándose así a una realidad a la que había cerrado la puerta.
Una vivienda de nueva construcción estrena navidad oliendo todavía a ilusión. Están recién casados y por primera vez no cocinará su madre. Se celebra más esto que nada.
Son muchas historias diferentes las que confluyen un día así, las que se sientan a la mesa una noche como ésa.
En una isla de Indonesia ha erupcionado un volcán, en Rumanía las nevadas también decoran el paisaje, son las lluvias en Australia las que dan el ambiente, fuertes borrascas en el norte producen olas que inundan los sueños y en México, en el estado de Guerrero, un terremoto casi hace variar la posición del eje de la Tierra.
Cambiará la fisonomía, pero nunca las tradiciones.
Y así los que están solos se sentirán más solos que nunca, los que están enfadados lo tendrán más presente ese día, las enfermedades dolerán aún más, los ausentes se echarán más de menos, los pobres se sentirán más desgraciados, las mujeres maltratadas tendrán que esmerarse con el maquillaje... Sólo serán felices los que adoren las tradiciones y los niños a los que se les empieza a enseñar a cumplirlas.
Ir al circo en navidad es una tradición. Se llenará la pista de malabaristas, de trapecistas y de payasos. Sorpresa, riesgo, precisión, poesía...todo eso es el circo.
Así que pasen y vean, déjense llevar por la ilusión y cuidado con el consumo; pese a que sea no sólo toda una tradición sino el motor que permite que brillen las luces de la navidad.
Cada año es más difícil todavía...

lunes, 19 de diciembre de 2011

El fantasma de la promiscuidad


Mientras sus coetáneas y menos se quedan embarazadas, ella atesora enfermedades de transmisión sexual. Qué triste historia, una vez más. Y no lo es por su carencia reproductiva, lo es por su inexistente vida sexual que sólo asoma en forma de hongos, virus y escozores varios. Le dice una experta, doctora para más señas, que es lo que tiene la promiscuidad. Ella, asustada por la palabra, cuestiona la cifra que eleva dicha palabra. El número dado es 8. La verdad, piensa, es que sí que son muchos. 8 míseros polvos son suficientes para acabar prefiriendo la masturbación sin riesgos. Algunas mujeres cercanas se embarazan mientras  un hombre-amigo le cuenta que ha estado con unas dos mil mujeres en su vida. No puede evitar verlo como un transmisor en vez de como un fantasma.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Puxa Asturies


Ruge el Cantábrico. Su tierra es mar y su mar es ella. Paisaje salvaje nunca yermo, siempre agitado y bello. Ruge el Cantábrico y como con ella, todos se limitan a mirar desde las atalayas; saben del peligro los que son de la tierra por eso sólo se acercan los extranjeros. De niña vio ahogarse a dos personas por acercarse atraídos por la belleza. Siendo mujer, algunos naufragaron intentando llegar a ella. Sus novios, siempre de fuera, nunca consiguieron llevársela; quizás por eso se fueran.
Ruge el Cantábrico y suena a la furia de una tierra que es sangre corriendo por las venas.

martes, 6 de diciembre de 2011

Ni Dickens ni Galeano


Llegan las lucecitas y se apaga algo dentro de ella. Le encanta ver la ciudad iluminada; pero de noche, porque las lucecitas por el día parecen esqueletos de carne pegada. Y así va por las calles durante el período navideño: con visiones atroces. Quizás sea por eso que es la única época del año en la que ansía ir acompañada por un hombre. Se llama Gina Asturias, es uruguaya, tiene los ojos muy verdes y la certeza de conocer su destino. Sabe que el destino se explica con el psicoanálisis y por eso sabe que le toca caminar sola. Gina pasea por un Montevideo iluminado y de sus ojos muy verdes brotan dos flores que van a parar a una esquina de su boca; la tuna ha llegado a Uruguay y unos mozos le cantan Clavelitos. No se paran, siguen cantando a todas mientras Gina sigue caminando sola. Se detiene ante una tienda de bragas camufladas bajo las figuras del belén. Se ríe y ve su reflejo en el cristal del escaparate. Gina Asturias sigue siendo guapa, pero no tanto. Se entristece de golpe. Vuelve a casa y van desapareciendo las luces. Sólo iluminan el Centro. El barrio está tan oscuro como su ánimo. Sus ojos sólo fueron verdes por un momento; puro reflejo de las luces. De ellos ahora sólo brotan lágrimas sin color.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Adiós tristeza



Eternamente ilusionado.

Le rebate la afirmación porque se cuestiona la sensación. Es difícil, piensa, retener los instantes de inicio, mantener las ansias del no saber, reinventar día a día propósitos y no tener vulnerabilidad de ánimo.

Dice vivir siempre ilusionado, y ella se lamenta de la falta de contagio. Quizás si lo viera más, si compartieran más momentos juntos, algo se le pegaría. Pero el destino es caprichoso y ha querido separarlos, o quizás no fuera el destino y sólo fuese eso mismo: la ilusión eterna de él y falta de la misma de ella. Dicen que los distintos se complementan, pero hay incompatibilidades que bien justifican separaciones ( o eso dicen).

Ella mecaniza sus movimientos al cabo de repetirlos unas cuantas veces: es de las que toma siempre la misma ruta, cuenta siempre las mismas anécdotas, escribe siempre igual.

Él no sufre por ir a trabajar, quiere ir a cenar cada noche a un restaurante distinto, dice incluso no tener un estilo y gustarle además todo tipo de Literatura.

Ella se exaspera; le dice que hay buena Literatura y mala, y que no le pueden gustar ambas. Él también se exaspera, le dice que antes le gustaba salir a cenar. Ella responde que prefiere que cocine él. Él le dice que puede hacerlo ella en vez de estar leyendo. Ella grita que ya no le ilusiona ir a nuevos sitios que en el fondo son todos lo mismo. Él grita que lo que no la ilusiona es él. Ella quiere que la acepte, que la conozca, que no le ciegue su ilusión por haber creído encontrar el Amor. Él se propone luchar porque en ella reaparezca la ilusión por ese amor.

Para ella las ilusiones de él son espejismos y para ambos la desilusión es ella es realidad. Porque han dejado que pese más el plomo que el aire. No los separa el destino, se separan sus ilusiones.

Pasa el tiempo; él que creía en la eterna ilusión, vuelve a estar enamorado. Ella sigue enamorada de él. Sigue tomando las mismas rutas, contando las mismas anécdotas y escribiendo con un poco más de amargura. Ella sabe que la tristeza es bella pero que el abandono es terrible. La ha dejado para irse corriendo tras un espejismo.