Mi eterna obsesión, el Amor, se ha convertido en un desconocido para mí.
El amor ya no me persigue; ha dejado de ser la sombra que me acechaba. Tampoco me ha adelantado ni se ha convertido en el fin o la meta que vislumbro allí a lo lejos. Tampoco es la zanahoria del burro que impulsa mi movimiento. No sé quién es ni si alguna vez lo supe o sabré. Mi error es que al haberlo idealizado tanto, no he sabido reconocerlo. Mi error es creer que había uno para mí, solo para mí. Uno diseñado a medida, de encaje perfecto. Ese que al doblar una esquina me llamaría y yo reconociendo su voz, me giraría y encontraría frente a frente, mirándome a los ojos y sonriendo a mi corazón. Mi error es creerlo perfecto, robusto, fuerte y con pinta de hombre. Mi error es haber sido una niña que se creía lo que le decían y que no me he convertido en una mujer que se cree lo que realmente sabe. Es hora de oírse y no de oír. Al escribir estas palabras no sé a quién digo adiós pero lo que sé es que lo hago con la boca pequeña (Ilusa)