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sábado, 29 de octubre de 2011

Bellas Artes


Una chica hace ruido al subir las escaleras del museo. Sus tacones resuenan con eco en las salas del viejo edificio. Asusta a unas mujeres que admiran a Magdalenas penitentes; provoca que una pareja: un hombre y una mujer, se agarren de la mano ante bodegones de naturaleza muerta. Despierta también la atención dormida de aquel hombre que miraba sin contemplación a la Diana Cazadora...en fin, un ruido que dentro del museo resultaba ciertamente desconcertante.

Aquella chica recorría el edificio explorando sus rincones, disfrutando del propio lugar que había sido elegido entre otros tantos para albergar belleza, arte. Se fijó en unas paredes con la pintura desconchada y se lamentó de que el cuadro que colgaba allí encima fuera el de una tormenta marina y no el de una espiritual. Viajó durante horas, durante siglos.

En su ascensión se topó con una ventana que miraba las entrañas de la ciudad; no supo si cerrar sus postigos porque los edificios daban sombra en vez de perspectiva.

Entró en todas las salas y se paró allí donde la emoción se hacía nudo en la garganta o la admiración se volvía necesidad. Pasó largo rato ante un retrato. Era un último retrato. No pudo evitar recordar a Dorian Gray y su afán por preservar la belleza de la juventud. Aquel último retrato era el de una mujer anciana, vieja, encorvada, medio calva; nariz afilada y ojos enterrados en sus cuencas, manos agarrotadas y gesto severo. El pintor lo llamó “Último retrato de mi madre” y ella pensó que la belleza se encuentra con la intención de la mirada. Se emocionó ante aquella elegía. Cuando se apartó de él estaba envuelta en recuerdos y presa de sensaciones. Ya no oía el eco de sus tacones sino el de su corazón.
 Bajó los tres pisos del museo sin poder ver ninguna obra más y sin percatarse de que las mujeres que antes contemplaban a las Magdalenas admiraban ahora voluptuosos cuerpos desnudos, que la pareja se estaba mirando a los ojos con una escultura de hierro entre ellos; y sin percatarse de que aquel hombre la había estado siguiendo desde que sus tacones le advirtieron de la presencia de Diana Cazadora.




lunes, 24 de octubre de 2011

De compras


Imaginen su impaciencia:
Ha ido a comprarse un libro que todavía no se ha publicado
 Hay cierto toque ceremonial; se ha puesto guapa y nerviosa para tal menester. Y es que comprarse un libro supone toda una fiesta. Ya se imaginaba pasando ratos subyugada, riendo sola, mojando las páginas con lágrimas derramadas. Un festín. Pero todavía no se ha publicado.
¿Qué quería leer? Esa Literatura que evoca a Grecia, a la clásica y a la actual, a la de la tragedia. O ésa otra que te obliga a abrigarte soñando en ruso. O ésa que racionaliza magia o la que ella nunca llegará a escribir; la que dibuja imágenes de kimonos pintados a mano en lienzos de seda, o la que habla de granjas sudafricanas donde hay más sufrimiento que hambre. Una historia de amor, unos personajes complejos, unos niños que crecen, unos viejos que mueren...
Pero todavía no se ha publicado. Y el caso es que ya se ha escrito.

domingo, 23 de octubre de 2011

Ni puto caso


Balances y balanceos. Podría ser un nombre puesto a un momento vital, a su momento vital.
Tira de memoria buscando un recoveco amable donde guarecerse de un otoño que deviene nostálgico.
Ha pensado mucho en su intrahistoria y en lo que la espera extramuros; no sabe qué da más miedo.
Está construyendo su personaje y teme que éste la atrape inexorablemente. Debe deshacer el nudo y encontrar una salida de emergencia. Tiene que planear una fuga que sea o no sea fugaz. No puede ser una fuga carcelaria que recorra su submundo, porque se trata de saber caminar entre la luz. Está cogiendo impulso un día que el viento remueve las hojas que ante ella siempre están en blanco. Retos que todavía no están rotos; porque es pasión  lo que palpita dentro de ella misma. Balances y balanceos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Matemáticas o ciencias exactas.


Uno de los problemas que tienen las mujeres como ella es que no saben nunca qué hacer porque siempre quieren quedar bien. No es que sean tontas, porque saben perfectamente lo que les conviene, pero es que piensan también en los demás. Es un lío.
Ella se llama Equis y nunca supo despejar ni despejarse. Equis siempre tiene problemas y no es de extrañar conociendo su nombre. Un nombre que se cruza con dos trazos, los mismos que la anulan y que la bloquean. Equis hará lo que deba; quizás sea más cómodo así. No es valiente ni prudente pero es como cuando decides meterte por la calle de en medio.
Por algo las mujeres como ella odian las ecuaciones.

domingo, 16 de octubre de 2011

Aguamarinas


Intentar ver el fondo del mar desde un acantilado le produjo un vértigo casi suicida. Pasear circunvalando las rocas de ese acantilado le provocó un mareo antipeninsular. Probar el jugo de una planta salvaje la envenenó; pero no lo suficiente como para mutar en otra, sólo lo justo para cambiar el color de su piel.
Si se pintan los paisajes con el ánimo, hoy tendría que haber dibujado un tríptico y colgarse luego de él.


domingo, 9 de octubre de 2011

Stendhal.


En la oscuridad no se crea mejor. En la oscuridad celebras ver la cola de una estrella fugaz y piensas que será por algo.
A las niñas que se abrigan de rojo les da miedo que caiga la noche y que pese demasiado. Llaman a sus madres, asustadas desde la cama y les piden que se acuesten junto a ellas.
A las chicas que se pintan los labios con carmín les da miedo también que llegue la noche y las encuentre solas. Llaman a cualquier número que sólo es capaz de recordar la memoria del teléfono. También piden que se acuesten junto? a ellas.
A las mujeres que reservan el rojo para ocasiones especiales les aterra la oscuridad que impide que se distingan los colores.

martes, 4 de octubre de 2011

De reproches


Y ahora dime que no soy romántica.

Si sólo quiero que me bese entre líneas, inspirar(me) versos, recorrer(me) como las páginas de ese libro, soñar(me) en la fantasía de las tapas del libro que reposa en su mesita de noche.

Resulta que no podía ser romántica porque anteponía el "yo". Quizás posponiendo el "me", (me) piense diferente.

¿Qué más (me/le) da ya??

domingo, 2 de octubre de 2011

Primera persona, singular


Si supiera jugar con mi emociones. Utilizarlas para crear o para vivir; pero son ellas las causantes de mi parálisis. Los locos siempre culpamos a cualquiera de nuestros males o de nuestras paranoias. Nunca está en nosotros el origen o la culpa o la responsabilidad. Hace tiempo que juego a hacer canciones con mis obsesiones, y hasta eso lo he convertido ya en una obsesión.Me encuentro mal, me siento encerrada, no grito. Sólo rumio. Las mañanas son críticas para un loco, pero no lo son menos los cambios de estación. Aquí el tiempo se ha empeñado en cambiar del todo, ya que ha llegado el verano justo cuando yo he ido a comprarme una boina parisina; es negra y tiene dos plumas. Viajo hasta los años cincuenta con ella puesta y pienso qué tipo de mujer sería entonces. Pienso también qué tipo de hombres habría entonces. Me he comprado también un pañuelo lleno de flecos. Lo he llamado la crin de caballo. He sido muy feliz en el hipódromo y sin haber montado nunca en un caballo. Esta frase me lleva al terreno sexual. He recuperado una activad cuasi olvidada, pero con el cambio de estación también toca cambiar la marcha. Y yo que me alegro. Muy pocas cosas dignas de ser contadas ni novelándolas. La única novedad es que me he descarado cuando no lo han hecho bien y lo he dicho con la sutileza que me caracteriza. Por lo demás, todo como siempre. Huyen de mí. Sigo sin saber cuál es la imagen que proyecto, porque juro que mi locura sólo te la muestro a ti. Y por eso hoy te escribo, y lo hago antes de ponerme a fregar. Cualquier día normal, no fregaría, leería. Pero el cambio de estación me está trastornando. El domingo pasado he lavado el coche. Cualquier día me da por cocinar...
Siempre que me abro me ocurre lo mismo: primero siento bienestar por poder mostrarme cómo soy, pero luego me siento fatal por eso mismo. Estoy pensando ir al psicólogo. Confío en que si pago pueda obtener un poco de calidad de vida. Lo que no quiero es psicoanálisis; ya me he dicho mi madre que mi forma de ser no gusta. Punto. Axioma que explica todo mi presente. También me ha dicho que me adora. Punto. Exceso de protección y dependencia, cordón umbilical no cortado. Mi padre que dice que no entiende lo que escribo. Punto. Falta de entendimiento, comunicación y aprobación paterna. Qué coño de psicoanálisis. Si ése es el problema de los locos, que nos psicoanalizamos sin parar.
Yo lo que quiero es respirar, dormir y dejar de obsesionarme con todo. Quiero poder relajarme y ser yo. Y me encantaría poder gustar siendo yo y sin que eso provoque víctimas.
Sigo extrañando mucho a mi abuela, aunque no lo escriba ya. Quizá hoy vea nuestras fotos. El otro día abracé a una de sus amigas y fue como abrazarla a ella, tan flaquina. Cómo la echo de menos. Para ella yo era buena, por eso me protegía tanto.
Gracias por el desahogo.