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domingo, 18 de marzo de 2012

Tarde de sanatorio.


                                                                                                 Shinya Arimoto

Camina sin pensar en los pasos que da pero mientras camina piensa sin parar.
Piensa en su vida de mujer vivida con deseos infantiles sino púberes. A los deseos infantiles los llaman caprichos y a los adolescentes, fantasías. Le gustan las dos palabras y se le antojan antojos. No puede permitirse ni caprichos ni fantasía en su vida. Camina sin pensar en los pasos que da pese a que sabe exactamente cuántos puede dar. No piensa en eso porque es algo que le da seguridad: un número exacto e invariable; inmutable en su paseo vespertino, el mismo en el matutino. No deja de pasear ni bajo la lluvia ni con el sol. No se cubre ni con paraguas ni con visera. Ha asumido dónde está aunque le siga sorprendiendo por qué. No entiende por qué se encierran las emociones y se censura su exposición. No es menos feliz que antes: sólo pasa un tiempo intentando dejar de ser quién es. Y mientras pasea por la rutina diaria recuerda que lo otro, el otro mundo, tampoco era tan distinto a éste; había más disimulo aunque aparentemente más libertad. Una paradoja más.

1 comentario:

Darío dijo...

Todo es apariencia, todo es deseo de esconder la basura bajo la alfombra, deshacerse de cualquier responsabilidad...