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domingo, 29 de mayo de 2011

Nouvelles vagues




Tenía miedo, miedos.
De pequeña y de mayor me creía lo que me contaban, pese a que no solía creer en quien lo contara. Me creía los asesinatos de las películas sobre todo si estaban contados por un buen narrador, creía en los fantasmas y en los espíritus bien caracterizados, me asustaban las heridas y la sangre cuanto más espectaculares y no podía dormir sola si tenía miedo.
De mayor seguí igual salvo que por mucho miedo que tuviera, dormía sola; puntualizo: me acostaba sola; porque dormía con los auténticos fantasmas, los del miedo. Se presentaban ante mí en forma de agua, grandes olas que me cubrían, me impedían el paso, me aupaban o sumergían, me empujaban violentamente contra las rocas o sólo se alzaban ante mí, imponentes. Vivía estos sueños con las sensaciones encontradas: por una lado aterrada y por otro gozando de la maravilla del paisaje embravecido. Y así debía de ser mi miedo, mis miedos: sensaciones apabullantes, paralizantes, inquietantes que generaban tal adrenalina que me hacían sentir viva, muy viva.
Algo debía de gustarme, porque no solía luchar contra él, contra ellos. Dejaba que como las mareas, subieran y bajaran. Enfrentarse a ellos y ganar, suponía el triunfo de la razón.
He de reconocer que alguna vez gané, pero hasta los triunfos pueden llegar a generar miedo. Como la felicidad intensa.
Mis miedos me han servido para mantenerme alerta, despierta...insomne
Si hoy escribo esto es porque estoy aterrada: tengo miedo de mí misma; de una conciencia contaminada de prejuicios que siempre acusan, que gritan culpable. Soy la jueza más dura, su señoría implacable, inquisidora, cruel. Porque la justicia también da miedo, incluso la poética. Castigos ejemplarizantes, ejecuciones públicas, años de reclusión, privación de libertades, ley del tailón, del silencio, venganzas...La represión de lo que nos asusta lo hace crecer; por eso yo no podía intentar acallar mi conciencia, porque me habría estallado en las sienes. Y sabía que si me tenía miedo, haría bien, porque era más temible de lo que cualquiera podría llegar a serlo nunca para mí: era mi mayor enemiga.

1 comentario:

Clara dijo...

Esta bien lo de 'era mi mayor enemiga', sobre todo porque si era, ya no es.