martes, 4 de septiembre de 2012
Reserva profunda
Desde que sintió aquello en su interior no despegó las manos de su vientre apenas. Se sentía imantada; tal era la fuerte atracción. Las colocaba mientas percibía los latidos de su corazón chocando contra las paredes de su tripa, incesantes. Sus manos subían y bajaban al compás de su agitación. No era una vida lo que palpitaba en sus adentros sino un desasosiego albergado por sus propias entrañas.
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6 comentarios:
inquietante final
Sí...
Un saludo; gracias por pasarte.
El desasosiego, se siente...
¿hijos o contrahijos?
¿amor o miedo? ¿ambos dos?
Te sigo.
Muy bien expresado el temor a lo desconocido, incluída la llegada de un hijo.
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