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sábado, 28 de mayo de 2011

Excuse-moi






Hoy he atropellado a una paloma, y mucho me temo que fuese la paloma de la paz.



Confié en que ella evitara las ruedas de mi coche, que fuese hábil para colarse entre ellas; pero no. No puedo confesar que la haya querido matar, pero debo decir que tampoco lo he evitado. La dejé a ella con la responsabilidad de salvarse, y no sé si no pudo o no quiso. Lo que sé es que dejé un rastro de plumas tras de mí pese a que no haya encontrado nada en las ruedas. Aterrada, esperaba encontrarme su cabeza aplastada allí, pero no. Ni rastro. Y sé que la maté porque la oí y porque la vi. Y sé que con ella se va mi paz, porque yo sólo puedo matar a la paloma de la paz.






Ahora me toca esperar.












5 comentarios:

Marie dijo...

Te abrazo. Y mi pelo es tan fragante que te envuelve.

J dijo...

No sé si has matado tu paloma de la paz, o sólo ha sido un sueño, tú blog tiene muchas veces un tono onírico que es bastante inquietante, pero espero que eso no te provoque una guerra sangrienta y menos cruel.

Un saludo, y buen domingo

sara dijo...

He atropellado literalmente a una paloma. Hoy he vuelto a pasar por allí, porque ésa es mi penitencia: ver su estampa a diario. Estoy conmovida. Dentro de mí esperaba que hubiese sido una ficción, pero ahí está como una calcomanía del asfalto. No creo en las señales, pero ésta es potente. Ayer, escribiendo, quería mofarme: por un lado estaba la paloma de la paz y por otro el espíritu santo; pero ni pude ni puedo, porque me siento atroz...y no es la primera vez que me lo llaman.

Clara dijo...

No debe ser plato de gusto atropellar a un animal, pero estoy convencida de que no era la paloma de la paz, ni la del espiritu santo, ni nada que se la pareciera.

Andreas Selvi dijo...

Ayer, al cruzar una calle, casi pisé el cuerpo de una paloma recién atropellada. ¿Cómo habrá podido suceder?, me dije. Y, ya ves, hoy me lo cuentas tú.
No sé si ayer fue el día en el que las palomas -como los delfines cuando están tristes o indignados- decidieron el suicidio colectivo o si es que tú y yo, sin saberlo, vivimos en la misma ciudad en la que una paloma, por descuido o voluntad última, decidió ayer elevar el vuelo demasiado tarde y demasiado alto; pero esta mañana, te lo aseguro, entre las ramas que se acercan a mi ventana, había otra vez palomas cortejándose.