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domingo, 11 de septiembre de 2011

Vínculo

     
                                                                                   Madi Ju


La precisión de las palabras.

Algunas son realmente elocuentes y consiguen, como el buen poeta, expresar realidades universales aunque sean sentidas por individuos individuales.


El sonido de las palabras.

Algunas abaten con su sonoridad: frustración, abandono, mediocridad...Otras parecen silbar en vez de sonar; son preciosas pero de significado duro: apatía, soledad, éxodo...


La profundidad de las palabras.

Algunas están vacías: casuística, priorizar...


A ella le gustan las bellas y eficaces; por eso vínculo es una de sus favoritas.


Abrió su abanico y pensó que quizás sería más preciso y precioso el lenguaje de los abanicos que el de las palabras. ¿Cómo se podría expresar con un abanico que se establecía un vínculo?


Aquella tarde estaba más cerca del otoño que del verano, pero el calor se empañaba en acompañarlos. Sentados en la terraza de un café miraba ella a los patos del estanque, se fijaba él en los pavos reales. Observaban a los animales, se olvidaban de sí mismos. Otras veces se sentaban en los parques mirando a los niños. Si lograban entender el comportamiento de los otros puede que llegaran a entenderse. Se abanicó con fuerza ella, le molestó a él. Colocó luego el abanico al lado de sus gafas, medio apoyado sobre ellas, como queriendo recostarse o yacer juntos. Con un gesto brusco cogió él las gafas tirando el abanico al suelo. Ella se dio cuenta de lo fácil que era romper un vínculo. Indiferente, se puso él a leer la prensa, sin ni siquiera comentarle los titulares. El abanico yacía ahora en el suelo; el vínculo se había roto. Los patos se habían desbandado y ya no sabía distinguir el sexo de los pavos reales. Soledad ya no era sólo una palabra que silbara; pasaba a engrosar la lista de las que abatían por su sonoridad.



Precisión, sonido, profundidad, belleza y eficacia; requisitos del lenguaje de las palabras y presentes también en el simbólico de su abanico.


Aquella tarde se levantaron para volver a casa y caminaron silenciosos sin volver la vista atrás. El abanico yació para siempre inerte en el suelo; puede que sirviera de juguete picoteado a los pavos reales del parque.

4 comentarios:

José Luis Moreno-Ruiz dijo...

Me gusta cuando el viento os abanica los vestidos.
Los pavos reales no pueden picotear ese viento, por eso se pavonean como artistas.
(Oye, que además me ha encantado la foto, deliciosa. En fin...)
JL

Darío dijo...

Maravilloso. Pienso que a veces, no es necesario decir las palabras para que todo se tiña de precisión, sonido, profundidad, belleza y eficacia...un abrazo.

Anónimo dijo...

Me quedo aquí convenciéndolos.

Marie dijo...

¡Sal de mi falda, pillina!