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domingo, 6 de junio de 2010

Se réveiller




Últimamente soñaba a menudo con el día de su boda. Pero no es que soñase despierta, que fantasease; soñaba dormida.


Durante gran parte de su vida, los sueños protagonistas eran aquellos que tenían que ver con el mar. Olas y más olas que la tragaban para luego devolverla a la superficie. Las sensaciones eran pura paradoja: a la angustia de verse embebida por una gran ola, le seguía la sensación de bienestar de sentirse flotando.


En las noches del último mes se vestía de blanco.


Miraba al interior de la taza del café del desayuno, le ayuda a concentrarse, e intentaba recordar todos los detalles del sueño.


La buscaba desesperadamente en su memoria.

Recorría todos los lugares e invitados que habían desfilado por su mente.
Ella no podía faltar; pero no estaba.

Levantó la vista del café y la clavó en el espejo que colgaba frente a ella. Quiso reconocerla en su cara, en su mirada, en su pelo...Sentía su ausencia tan intensa que todo se convirtió en vacío soledad.


Ni siquiera unos sueños le daban lo que la puta realidad le había quitado.

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