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jueves, 24 de febrero de 2011

Magie



Cirano no se enfrentaba a su nariz y la recordaba aunque no se la recordaran. Ella, pese a tener una nariz perfecta, veía la obra acordándose de sí misma. El miedo la paralizó y doblegó muchas veces en su vida. Sus inseguridades iban más allá de barreras físicas porque llegaban hasta los límites emocionales. Flaqueaba al dar los pasos y por eso repetía mecánicamente los caminos de ida y vuelta.

Sentada en la butaca del teatro no se sintió público; voló sobre las tablas y entró dentro de los personajes para poseerlos una y otra vez. No se sabe si fue por su empatía o por su ansia de protagonismo pero logró emocionarse con la inseguridad de Cirano que fraternizaba con la de su rival en el amor, sonrió con la compleja frivolidad de su amada, asintió ante el final siempre infeliz...

El teatro se quedó vacío para que ella saltara por encima de las butacas, corriera hasta el escenario y le diera tiempo a agradecer la ovación final con ceremoniosa reverencia y lágrimas en los ojos. Agradecida al teatro, caja de magia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me llegó. Yo también soy Cyrano.
brutalmente precioso. preciosamente brutal...:P

Sara dijo...

Gracias, M.Samsa.
Sabes que te frecuento y que me encantas.