No es la cara del olvido, es la cara del desconcierto, de la no ubicación, del temor. Una angustia imposible de ocultar, unas palabras que no salen y unos recuerdos que no llegan. Miradas sobre ella y también sobre él. Una niña me dice que le tiene miedo, que sabe que está enferma pero que le da miedo; me pregunta qué enfermedad tiene y yo le digo: -es cansancio; no como el nuestro de cuando estamos cansadas, porque en ella es una enfermedad. No le digo que a mí también me da miedo; no ella, sino su enfermedad. No es la primera vez que veo la mirada del olvido confundida con el temor y con la búsqueda, pero aquellos ojos que me buscaban, me encontraban. Hoy he visto unos ojos perdidos entre una multitud alegre que festeja el encuentro, y me ha dado tanta pena porque sé que mientras que los demás celebran, ella padece...y él. He recordado a mi abuela. Igual de sola que ella pero con nosotras. Espero que nunca se sintiese perdida, desubicada, fuera de su casa, lejos de nosotras...He visto la incompresión y el miedo en los demás, mientras el amor y la entrega en él...y en mi madre. LLoro escribiendo esto, salpicando de verdad un relato de no ficción; pero me ahoga dentro, porque he jugado a hacerme la fuerte, sonrisa permanente ante la mirada confundida. En un intento por dar paz, calidez y casa. LLoro porque me pesa la angustia de ella y de él.
Palabras sentidas
sábado, 13 de agosto de 2011
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2 comentarios:
Hay que sangrar por algún sitio. Y la angustia sólo puede salir por los ojos.
Encantada de conocerte,
Salomé.
Muchas gracias e igualmente, Salomé.
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