El viento alborotaba su larga melena anidándola. Las gotas de lluvia endulzaban la sal de sus lágrimas. En las manos sus primeras zapatillas, viejas, desgastadas. Bajó la mirada y se encontró con sus pies desnudos, encallecidos, fríos. Todo en ella temblaba, trémulo. Evocó a aquélla que valiente se arrojó al mar dejándose mecer por el oleaje. Recordó el cisne que tantas veces fue. Cisne quebrado era.
La soledad de la playa de invierno acompañaba su despedida. Su cuerpo se había parado como la cuerda del reloj; el mecanismo perfecto se desmonta con la primera fisura.
Alzó sus brazos, primera posición, demi plié...El cisne negro es más hermoso aun que el blanco.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Attitude
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