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jueves, 25 de noviembre de 2010

Désolée



Dora era una niña de 14 años. Tenía un novio de 18 que le parecía un hombre. Cuando se iba acercando el cumpleaños número quince, su novio le dijo que tenían que hacer algo muy especial. LLegó el día y él la colmó con regalos. Es curioso cómo a los que se les presupone poco inteligentes son capaces de manipular a los que se les cree inteligentes. Salieron a dar un paseo y él la frenó frente a uno de esos portales de los barrios con solera. La puerta impresionaba: por su altura, por su porte, por su talla...Ante la aparente casualidad, se percató de una placa que colgaba de la pared: Pensión.


-Vamos.


Subieron. Ella se quedó en el descansillo de las escaleras mientras que él lo arreglaba dentro. Pasados unos minutos la hizo entrar, y ella se sentía como allanando una morada. Rápidamente la condujo a una habitación. Los techos eran altísimos y su cara ardía de pura vergüenza. No quería estar allí. No recuerda cómo pero se recuerda debajo de él. Su cara girada llorando mientras decía no. La mano de él tapando su boca...


Comienzo de la oscuridad.


Se rió de sus lágrimas cuando ella vio la manchita roja en las sábanas, cuando le habló de su abuela, cuando le dijo que no la había escuchado...


Se rió de ella cuando le pidió (él) que pagara la pensión. Le dijo que ése era su regalo de cumpleaños. El quid pro quo.


Pagar por ser mancillada.


Ese día no dejó de ser niña para pasar a ser mujer. Pasó de niña a agujero.


Quizás alguien lo sienta tierno...






4 comentarios:

FOLIE dijo...

Espero que nadie sienta algo distinto al dolor de estómago al leer algo que suena tan común que podemos sentir hasta el estampado de la colcha de la puta pensión. Me intriga mucho la sexualidad de las mujeres, su desarrollo, cómo se concibe, se practica y se disfruta (o se sufre). Mis oídos se han acostumbrado a oír relatos similares o peores, si es que alguna vez se puede alguien acostumbrar a eso. Hoy, sin ir más lejos: los tocamientos de un hermanastro veinte años mayor de la chica que lo contaba. Pero el dolor más grande, en el caso de hoy al menos, era que los padres han permanecido imparciales, negadores, consentidores. Que ni siquiera su padre, que no es el mismo que del hermanastro, la ha creído y/o defendido.
La parte aún más siniestra viene cuando nadie se da cuenta, si ella se queda sola.
Abrazaría a Dora, en un abrazo que sintiera de todas las mujeres, la contendría dulce cuando chillara para desahogarse, sabría entenderla cuando para otros hiciera locuras. Para ayudarla a sentir que ninguna situación del mundo la convierte en agujero.

Sara dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Folie.
Hay una segunda parte que es la del olvido. La mente de Dora olvidó lo sucedido, hasta que no le quedó más remedio que escarbar en ella para entender. El recuerdo entonces se hizo presente y creo que aún hoy sigue siendo.
La tercera, cuarta, quinta parte...ya aparecen aquí narradas por mí.
Un beso grande. Y ya me gustaría abrazar a mí también a esa chica y capar a ese hijo de puta ¿tarado?

FOLIE dijo...

Dora hace bien en no tapar el dolor, porque aunque no se vea, él sigue chillando. Sólo si se le escucha con cariño y atención puede dejar de gritar y sosegarse un poco.
No creo que el hijo de puta esté tarado, aunque no lo conozco. Yo creo en la maldad humana, sin que haya cabida para justificarla con la locura... Aunque en realidad, como ya comentamos hace algún tiempo, locura es un término tan... subjetivamente definible...

(me da como cosa firmar después de lo dicho como Folie...Ü)

Doctor Letra dijo...

He sentido el olor de la sangre.