Después de ser música frustada, bailarina frustada, escritora frustada...entendió que el Arte no era lo suyo. Vivir en aquel París de alta costura y no ser nadie era imperdonable. El exilio sonaba poético pero le faltaba valor para el viaje. Además siempre tenía cosas pendientes y tampoco quería dejar de hacerlas, de vivirlas.
Una era enamorarse en francés.
Otra era cocinar en español.
Se moría por una ópera en italiano.
Soñaba con la cama turca
Y hubiera jurado en arameo que nunca volvería a pasar hambre.
Tantos capítulos por protagonizar todavía...y tantas excusas para evitar volar.
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