Paladeó.
Un gusto agrio inundó su boca. Tragó saliva y se convirtió en un eco dulce y evocador de lo que había sido. Cerró los ojos para pasar el trago y concentrarse en el recorrido que conectaría su boca con su alma y que pondría alerta todos sus sentidos.
Se pasó la lengua por los labios y en un gesto protector el superior abrazó al inferior. Paseó otra vez la lengua, comprobando que quedaba esencia en los pliegues; clavó sus dientes y curvó la lengua chupándose así misma.
Abrió los ojos.
Todas las noches el mismo ritual para poder dormir:las malditas-benditas gotas.
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