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domingo, 31 de octubre de 2010

Réciproque




Cuando la profundidad del beso hubo terminado y sus labios comenzaban a separarse, abrió los ojos. Lo hizo lentamente, como quien se despierta de un dulce sueño. Clavó su mirada en sus pupilas y quiso entrar en ellas.



Cuando después de hacer el amor se fundieron en un largo abrazo para perpetuar la unión habida, quiso dejar de apretar para sentirse apretada, pero no podía aflojar la tensión. Quiso amarle con los brazos.



Cuando aquella caricia se posó en su pecho, quiso ser dulce como la caricia, pero despertó su instinto más salvaje. Reaccionó como si lo recibido fuese un bofetón. Le mordió la boca. Quiso que también corriera su sangre como lo hacía la de ella.



Cuando queriendo sorprenderla tapó sus ojos y rozó los labios con su cuello, sintió que querían asfixiarla. Volvió el rostro. Quiso darle la espalda y se encontró con su cara.



Quizás entenderse no era cosa de dos. Quizás primero debía entenderse a sí misma.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así es. El primer paso a dar empieza por uno mismo. Conocerse, amarse, buscarse,...nadie lo hará mejor que tú, si pones el empeño suficiente. Puede que en tu busqueda se crucen seres superficiales que jamás miraron dentro por temor a ver imágenes que detestan. Al menos, si los encuentras, sabrás reconocerlos, y huir a tiempo; o, quien sabe, quedarte un rato si te interesa, pero segura de que ellos no se quedarán a jugar con tus sentimientos.

Nanga-Parbat (o Miguel, a secas)

Sara dijo...

Gracias por pasarte y comentar; de verdad.